domingo, 28 de noviembre de 2010

Yo soy dueno de la verdad. Dios no existe.

es que yo se cual es la finalidad de la vida. Yo soy dueno de la verdad. Yo tengo la receta magica para acabar con la injusticia social.

CRÓNICA DESDE CUBA: la persecución y el acoso a los disidentes cubanos son cotidianos

No es sorprendente el amordazamiento de quien no está de acuerdo con el régimen. Sembrar miedos y temores es lograr sumisión y obediencia en la isla, reflexiona Yoani Sánchez

Domingo 28 de noviembre de 2010 - 08:58 am 2 comentarios
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(AP)

Por Yoani Sánchez
Desde Cuba

Hay dos hombres en la esquina. Uno de ellos lleva un audífono adosado a la oreja, mientras el otro mira hacia la puerta del edificio. Todos los vecinos saben por qué están allí. En uno de los pisos vive un disidente y los dos miembros de la policía política observan quién entra y sale del lugar, dan la voz si el "objetivo" cruza el umbral del enorme bloque de concreto y tienen el auto cerca para seguirlo. No intentan esconderse, pues quieren hacer notar que ese sujeto de opiniones críticas está fichado, de manera que los amigos y conocidos teman acercársele y se alejen para no terminar cayendo ellos también en las redes del control, en la telaraña de la vigilancia.

LA TRITURADORA
No es un caso aislado, en Cuba cada inconforme tiene su propia sombra o grupo de ellas que lo persigue. Los llamados "segurosos" usan sofisticadas técnicas de supervisión, que van desde intervenir la línea telefónica, colocar micrófonos en las viviendas o rastrear la ubicación de una persona por la señal de su teléfono móvil. La Habana se ha llenado de un tiempo a esta parte de cámaras en muchas esquinas, a través de las cuales no solo se monitorean los delitos comunes, sino también se presta atención a la labor de grupos opositores, periodistas independientes, asociaciones cívicas y ciudadanos con criterios diferentes al partido gobernante.

La novela de ficción futurista del escritor George Orwell se ha materializado aquí en una compleja red tecnológica acompañada por un abultado número de policías vestidos de civil. Ojos que escrutan por todos lados, expedientes a los que se le agregan los informes resultantes de estas observaciones, para un día encausar al vigilado frente a un tribunal. Son tan devastadores los efectos en la vida personal y social de quienes sufren una de esas operaciones, que los cubanos llaman a la Seguridad del Estado con nombres terribles como el Aparato, el Armagedón o la Trituradora.

CRECE VIGILANCIA
En un país en quiebra, donde se anuncian recortes laborales de hasta 25%, resulta curioso que el número de miembros del Ministerio del Interior no se reduzca. Todo lo contrario, el presupuesto destinado a la esfera militar y a la seguridad ha ido en aumento desde el 2004. Si algo caracteriza al mandato de Raúl Castro, es la acentuación de la presencia de policías, militares y vigilantes por todos lados. Estos últimos pululan en los centros culturales cuando hay algún evento, revolotean alrededor de las colas para entrar lo mismo al Festival de Cine que a un concierto de hip hop.

Hace apenas unos meses bloquearon el acceso de varios blogueros alternativos a la muestra fílmica de jóvenes realizadores. Afortunadamente, una cámara oculta grabó la escena y esos rostros de las sombras, que intimidan y acosan anónimamente, pudieron ser vistos por miles de personas dentro y fuera de la isla. A pesar del valioso testimonio visual ante un tribunal y hacer una denuncia contra el apartheid cultural, los excluidos de aquella tarde no han recibido aún una respuesta jurídica y mucho menos una disculpa institucional.

PELIGROSO Y RIDÍCULO
A veces no deja de ser chistoso ver cómo un hombre desarmado y pacífico, acompañado apenas por su palabra y sus argumentos, es perseguido por varios autos, por policías con walkie-talkies y un aparataje más adecuado para las películas de acción que para la realidad. Es bastante ridículo ver a musculosos individuos entrenados para el golpe, esperando horas frente a la casa de un opositor y acosarlo incluso cuando este saca su perro a orinar o va a comprar cigarros. Si no fuera tan triste, daría risa.

Han sido formados con algunos métodos de la KGB soviética, pero cada intimidador se cree un poco como Rambo, dispuesto a alardear sus conocimientos de kárate cuando alguien se le revira o cuando el detenido –sin orden de arresto– no quiere dejarse meter a la fuerza en un auto. Son especialistas en golpes que no se ven, en causar luxaciones que después ningún médico quiere hacer constar en un acta, y en amenazar con lo que la víctima más teme: especialista del terror y el acoso.

ÉLITE PRIVILEGIADA
Gozan de privilegios por ser los brazos del poder: un fin de semana en la playa, un auto importado desde China, un salario superior a la media nacional y una bolsa extra de alimentos cada mes. Migajas que los convierten en fieles de la maquinaria represiva. La gente no los quiere, aunque se presenten con visos heroicos y se autotitulen defensores de la seguridad nacional.

Una frase se repite al hablar de la desmesurada proporción de "segurosos" que rondan alrededor de los inconformes. En tono bajo y mirando sobre el hombro, muchos apuntan con sorna: "Con tantos brazos que hacen falta en la agricultura y mira a estos aquí, vigilando todo el día al que piensa diferente".__

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